viernes, 12 de julio de 2013

El que guarda halla

Anoche, en el pueblo, cené un bocadillo de pan con tomate y mortadela. Éste hecho tan significativo me hizo recordar uno de los mejores veranos de mi vida.

Tendría yo 6 ó 7 años y en mi familia, de seis miembros, estábamos teniendo una época de apretarse el cinturón. Eso significaba que nos vinimos mi madre y mis hermanos al pueblo con un presupuesto muy ajustado y dejamos a mi padre trabajando. Cada día mi madre metía el presupuesto diario en el bote de canela de cerámica de Talavera que teníamos (y tenemos) sobre la chimenea y de ahí sacábamos el dinero para ir en bici a comprar el pan o para bajar los jueves al mercadillo del pueblo a hacer la compra. Y si al final de la semana nos sobraba presupuesto, cogíamos las bicis y nos íbamos al kiosko de Amparito a comprarnos unos buenos helados.


Mi madre durante aquel verano se dedicaba a la cocina creativa para tenernos contentos y bien alimentados a todos (anoche también recordé sus míticas "patatas fin de mes" que espero que pronto me prepare).

El caso es que aquel veranos nos pasábamos los días en remojo hasta arrugarnos como garbanzos y cuando ya no podíamos con nuestro cuerpo, de tantas aguadillas que nos habíamos hecho, salíamos y mi madre nos hacía una merienda cena de bocadillo de pan con tomates del pueblo y mortadela.

Aquel fue un gran verano. Recuerdo una tarde en la que empezamos una guerra mis hermanos mayores y yo a base de echarnos agua con cacharros, la manguera y acabamos todos metidos en la piscina muertos de risa. No necesitábamos nada más.

Ahora el pueblo ha cambiado mucho. Todo ha cambiado mucho.

Lo que me gustaría que no cambiase es esa sensación de disfrutar de las cosas pequeñas. Valorar los pequeños lujos de la vida y así valorar aún más cuando la vida te permite darte algún lujo mayor.

Yo tendría 6 ó 7 años pero aún hoy tengo muy vivo ese recuerdo y muy presente ese pensamiento de que...

Hay más días que longaniza... y el que guarda halla. 

Por cierto, dentro de ese bote de canela de cerámica de Talavera aún queda alguna peseta y algún duro... lástima que ya no esté abierto el kiosko de Amparito.

3 comentarios:

  1. Qué bonita entrada. Algo perfectamente reproducible con nuestros hijos ¿verdad?

    Aunque sea otro quiosco...

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    1. Quiero creer que los niños de la crisis van a saber valorar más las cosas. Yo espero saber hacer que mi peque aprecie las cosas, pequeñas y grandes de la vida y no lo dé todo por sentado.

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  2. Preciosa historia!!! Estoy contigo que los momentos mas felices y que mas nos llenan son los mas secillos de la vida!

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